domingo, 13 de julio de 2014

Y el, por fin, pasó página.






Y se volvieron a encontrar. 

Después de algunos años. Y esa historia que no tuvo un final feliz, parecía tener una segunda oportunidad.

El poco supo de ella todo este tiempo, pues habían quedado en dar su espacio. 
En cuanto a él, se había pasado el tiempo con sus amigos y mas consigo mismo, disfrutando el momento, acariciando su independencia, su espacio personal, buscándole el lado amable a la vida. Lado que al parecer había encontrado.

Alguna vez había conocido alguna chica, pero había algo no concluido con aquella de sus recuerdos, que siempre le hacía detenerse y dejar pasar esas oportunidades.

Lo que más tenia presente fue que nunca habían terminado como debía ser. 
Todo había sido impersonal. Teléfono, mail o celular. Ella en su enojo le había devuelto las cosas que él le había dado. Cosas que el conservaba, en un rincón, junto a sus fotografías.

Sin embargo la distancia había sido real y ella se alejó, mostrando que no lo quería nunca más cerca de ella, y el, sintiendo un poco, a través del dolor, la paz de que al fin terminara la situación tan desequilibrante que se había vuelto su relación.

Sin embargo el no dio vuelta a la página. Al menos, no de verdad. Pues siempre en el fondo creyó que volverían una vez más, a darse una oportunidad. Pero esta vez, sería diferente. Pues ella fue la primera para él, y él, el primero para ella.

Y la guardó, en el fondo de su corazón, y le dio un lugar, que nadie más podía usurpar. Y cuando alguien se acercaba demasiado, aquello guardado en su corazón le salía al paso y le hacía saber que seguía ahí, y el, fiel, lo tranquilizaba y lo guardaba de nuevo, triunfal. 

Pero otra voz le hablaba de vez en cuando desde su corazón y le susurraba si realmente ella estaba ahí en el fondo o era solo una ilusión y un miedo a avanzar.

Y es cierto que el tiempo fue disminuyendo el ímpetu de este destello, aunque nunca llegó  a apagarse, pues el creía también, que ella haría lo mismo, pues creía conocerla, al menos en ese aspecto. 
Había una soledad en él que parecía que solo ella podría llenar. Y una culpa secreta si no fuera ella.
El siempre sintió que ella estaría ahí para él, cuando volvieran a encontrarse.

Y como dije antes, se volvieron a encontrar.

Y la tempestad había pasado, y los saludos y las disculpas se hicieron presentes. Y ambos, desbordaron su corazón e hicieron las pases.

Y la reconciliación.

Si, esta vez, también podrían ser amigos. Amigos que no fueron antes y nunca supieron serlo. Esa amistad que refuerza el amor y hace cimentar una relación.
Y poco a poco y con cautela se presentaron de nuevo.
Y pasaron los días, las semanas, y a pesar de las reservas, la presencia de ella fue cobrando importancia.
Pero había algo que él no sabía, y es que ella también tenía una compañía que la buscaba y la anhelaba. Y que a ella la confundía. Ella parecía irse. Y cuando ella se lo dijo, él entendió que ella estaba en su derecho de seguir su vida.
Pero de nuevo, las cenizas de aquel fuego que una vez hubo hicieron presencia y cuando él le compartió aquel tesoro que guardaba en su corazón ella lo aceptó y le pidió que permaneciera a su lado.
Todo parecía indicar que esta vez, las cosas serían mejor. Habrían personas lastimadas, cercanas a ellos, pero, es algo que ellos no podían remediar.

Parecía.

Y de nuevo pasaron, los días, las semanas y los meses. Sin embargo ella no parecía acercarse más. Siempre teniendo algo que hacer, como antes, como años antes. Y aquella distancia que los separó al principio seguía ahí. Al parecer se había quedado con ellos. Su viejo silencio a la hora de hablar, y aquella férrea determinación de no mostrar lo que realmente llevaba dentro en los momentos más importantes provocaron en él una fisura.

Y él le dijo, y ella, una vez más, se hizo para atrás.

Cosas del corazón. Que lo que es y ha sido, a menudo sigue siendo. Y el, en el fondo comprendía que nada había cambiado, y nada cambiaría. Y el susurro hablo de nuevo, pero esta vez con voz más fuerte, y le dijo que el miedo a cerrar puertas y avanzar era lo que guardaba realmente en su corazón.
Y la tensión entre los dos, surgió de nuevo. Y él la dejó ser y ella siguió siendo. 

Y la distancia creció.

Y de repente, él supo que ella tenía problemas. Ella se apartaba de todos, amigos, familia, todo.
Y la vio en apuros. Y el cariño que sentía por ella, que era algo de lo que si estaba seguro le hizo buscarla y estar a su lado. Pero ella parecía distante, como un globo que se ha escapado y cada vez se aleja más. No solo de él, de todos.
Y una noche ella por fin, abrió su corazón y le expuso lo que había guardado, por años, de él. Tiempo desde que estuvieron juntos, hasta ese día.
Y es que ella no era lo que él creía, nunca lo fue. Nunca hubo eso especial que el atesoraba. Todo fue una ilusión.
Tampoco había sido mutua la espera, ella no había esperado por una segunda oportunidad como él. Incluso en ese momento, él no tenía un lugar en su vida ni en su corazón. El no era único y ella no era para nadie. Para ella todo era pasajero y nada más.

Y algo se rompió en él.

Pero no fue como un vaso que derrama su contenido y se pierde. Fue más como cadenas que al vencerse liberan.
Oh claro, claro que cuando algo se rompe hay algo de dolor y, a menudo, también daño. Pero también lo hay cuando se acomoda un hueso, o se cose una herida o se viene a la vida. Y este dolor no fue de decepción. Fue de abrir los ojos, fue de ver más allá de lo que se quiere ver.
Y de repente. Todo tuvo sentido.
Todo.

Y él lo tomó con calma. O al menos lo intentó. Y fue una noche larga, de hablar y escuchar. De poner los puntos sobre las ies.

Y ahora el sabia, con seguridad que ella no era para él, y él no era para ella. Nunca lo serian.

Pero son cosas grandes para asimilar de un bocado, así que lo asimiló por partes. Por días.
Él no era único para ella, no antes, no ahora. No después. No nunca.
Y a él no le causaba más que sorpresa, una calma sorpresa. Y se vio a sí mismo y no se reconocía.
Y se dio cuenta que si algo le dolía no era la ausencia de ella. Eso había sido superado hace mucho tiempo.
Le dolía, saber, que ya no tenía un pretexto para no seguir adelante. Que ya no habría culpa al comenzar de nuevo. Que ella no se quedaba desvalida esperándolo. Nunca lo había estado.
Y eso le dolió.
Y a su vez, eso lo liberó. Y deseó haberlo sabido antes, mucho antes. Y sintió enojo, porque se lo había guardado tantos años. También se lo había guardado la primera vez que hablaron cuando se encontraron de nuevo.

Ella, no estaba sola, tal vez nunca lo había estado. Él se había guardado para ella. De eso no podían culparla a ella. Pero si hubiera sabido. Si hubiera sabido que por quien esperaba no existía. Hace tiempo hubiese tirados sus pretextos y comenzado de nuevo.
Fue tonto, y lo fue con todas sus ganas.

Y se sintió avergonzado de si mismo.

Lo cierto es que ella tenía problemas. Pero el cambio en él su tendencia alejarse y la tendencia a alejarse de ella terminaron de crear una brecha.
Él podía enojarse, podría reclamar. Pero no era su costumbre abandonar cuando alguien más lo necesitaba, especialmente cuando esa persona ha sido muy importante para él. En muchos sentidos.
Ella se alejaba de todos. Desde que comenzaron sus problemas todos sus amigos habían estado preocupados. Pero ella no lo veía así, se sentía atacada, incomprendida, y decidió distanciarse.
Lastimó a algunas amistades en su arrebato. Pero respetaron su decisión.
Al final, el no pudo sostener el apoyarla, pues en parte le afectaba y le confundía.

Lo consumía.

Fue egoísta, tal vez. ¿Quien no lo ha sido, y mas en momentos de mayor afectación?
Y sabiendo cómo estaban las cosas realmente, tenía mucho que perder y tal vez ni sirviera de nada su apoyo.
Ahora era libre y su libertad lo llevaba a un lugar donde no había intentado antes.
Claro, el siempre estaría para apoyar en una emergencia. Pero se mantendría apartado, pues ese ya no era su asunto, ni su problema. ¿A fin de cuentas, no había alguien que ocupara el lugar que no era de el?

Él sabía que ella no estaba sola, ella misma lo había dicho. Eso era bueno, porque a veces sentía culpa por retirarse en esa situación.
Pero como podía apoyar a alguien que no lo quería cerca. Así opera la culpa, cuando uno se cree más importante de lo que realmente es.
Por eso es bueno que te pongan los pies en el piso y te señalen tu lugar.
Te enseña humildad y te libera de culpas.

Y él lo aprendió.

Ahora él tiene un nuevo y prometedor sendero que transitar. Hubiera preferido aprenderlo de diferente manera, pero creo que realmente no lo hubiera aprendido de otro modo.

Para el: "Ya es tiempo de dejar los pretextos y atreverte a lanzarte, el mundo es grande, y tu puedes muchas cosas. Solo necesitas querer. Querer de verdad. El ciclo se ha cerrado, te guste o no.  Avanza. Ve y cosecha tus sueños."

Para ella: "Siempre hay momentos malos y momentos buenos. Y uno nunca está realmente solo. Solo hay que dejar acercarse a los demás. Solo hay que dejar de querer tener la razón siempre y dejar de ver a los demás como enemigos. Tienes mucho por lograr, y hoy mas que nunca, los medios para hacerlo. No te conformes con pequeñas victorias, nacimos para lo grande. Cree en ti. Nosotros lo hacemos."




A los dos:  La vida solo se vive una vez, y el tiempo no regresa. A darlo todo.       Éxito. 





miércoles, 5 de febrero de 2014

La casita abandonada



  

              En este universo peculiar los asuntos  del amor eran tratados por una inmobiliaria social divina. La gerencia (llámese La vida, El destino, Dios) tenía como regla asignar a las parejas enamoradas una pequeña casita, de un cuarto, para que vivieran juntos. Eso sí, era regla inmutable, que si la casita era abandonada y dejada derruir, los auditores del tiempo la demolerían completamente para dejar el lugar vacío y construir otra casita para otros enamorados. Se destruía pues la casita, dado que era única para cada pareja y era imposible compartirla con otra persona que no sean a quienes se les entregó.
    Un día, caminando por la vida, te conocí. Me pareciste única y esplendorosamente magnifica. Contrario a lo que esperaba, te interesaste en mí y me correspondiste. Al principio caminábamos por la vida y de vez en cuando llevábamos la misma dirección, luego fuimos acercándonos más y contemplábamos un bonito espacio, donde sería magnífico tener nuestra casita.
    Y pasó un tiempo y un día nos fue entregada. Deslumbrante, recién pintada y con un florido jardín. Tan hermosa, que me recordaba a ti. Así fuimos llenándola de vida, de nosotros, de nuestros recuerdos juntos, de nuestro amor. Muebles de cariño, mesas de preocupación mutua, sillas de diversión compartida, un pequeño minibar de amor y pasión, y cortinas de una esperanza juntos. 
    Pero no todo fue miel sobre hojuelas. Como todo, teníamos diferencias, la cortina que me gustaba no era necesariamente de tu agrado. A los muebles que tanto te encantaban yo le buscaba detalles que considerar. En fin, lo normal en una pareja de enamorados.
    Pero fue creciendo el desequilibrio. Y los detalles se volvieron lo importante. Y de repente ya no cabíamos en la casa. Tres veces la abandonamos y dejamos todo, pero luego volvíamos y arreglábamos tan bien que parecía que nunca nos habíamos ido. Luego de la tercera, ya no volvimos a entrar juntos en ella.
Y cada uno dolido, cada uno enojado, siguió su camino. Con el ultimátum de no vernos a la cara.
Y así volvía de vez en cuando a la casa, solo. Limpiaba un poco aquí, barría un poco allá, acomodaba algo más por el rincón.
    Pero a veces llegaba y encontraba que habían barrido, o quitado las telarañas en los rincones. O el sofá estaba en otro lado, viendo hacia la ventana. Entendí que eras tú, que también ibas y arreglabas. Me imagino que también a veces llegabas y encontrabas igual arreglado.
    Así seguimos, y a veces me encontraba lugares para edificar una casita y alguna compañera para compartirla. Pero pensaba en mi cansada casita y recordaba que tú también la visitabas. Yy continuaba prefiriendo ir a limpiar y acomodar lo nuestro.
A veces deseaba tanto encontrarte al entrar, pero, rayos, eso nunca pasó.

Luego fluyó el tiempo y se hicieron un par de años. Y recientemente empecé a notar que encontraba todo como lo dejaba la última vez. Y empecé a pensar que tal vez ya te estabas cansando de ir a limpiar una casa vieja y semi-abandonada.
    Pero yo seguía limpiando, a veces hasta que ya quedaba oscuro y tenía que encender la luz.
    Y un día, te encontré de nuevo en el camino. Me saludaste alegremente y te disculpaste por todo lo negativo que pasó. Yo también me disculpé y me alegró tanto verte. Hablaste de proyectos y de negocios, pero no tocaste la casita, así que no dije nada.
    Yo me dirigía hacia la casa, y supuse que tú también pero tampoco dije nada, porqué pensé que sería incómodo para ti aun, que te acompañara hasta ahí, por lo que decidí darte espacio y te dejé caminar. Luego de un rato cuando juzgué que ya había pasado algo de tiempo. Fui a la casita. Pero la abrir nuevamente la encontré como la había dejado. Sintiéndome algo sorprendido al principio, pero luego entendiendo que no tendrías necesariamente que ir ahí ese día y menos después de hablar conmigo.

    Y así pasó que te encontraba a veces por el camino, pero no queriendo molestarte no dije nada ni comenté nada y te saludaba o te devolvía el saludo alegremente.  Un día, después de encontrarte y dejarte por el camino llegué a la casa, me sentí algo resignado y me dispuse a limpiar. Después de sacudir las cortinas, me sentí indispuesto y lo dejé para otro día.
En vez de regresar como siempre, quise caminar, así que seguí la calle más adelante. Caminé con paso lento, mirando las fachadas de las casas.

Y te vi.

    En la casa de la izquierda. ¿Dónde más? Y ahí estabas, dentro, con la luz encendida porque ya anochecía y alguien te acompañaba y reía contigo. Y el cuarto se veía bien decorado he de confesarlo y con colores cálidos que le daban una apariencia hogareña. Hacían ademanes y se veían entusiasmados, en esa casa se podía decir que había vida.

    Entonces, todavía sorprendido di un paso tambaleante hacia atrás y corrí a la casa. A duras penas abrí la puerta, a tientas entré. Choqué  contra el estante y se ladearon algunos libros. Al extender mi mano para acomodarlos, la vi. Ahí estaba brillando pálidamente en la penumbra con el reflejo de la luz que entraba por la puerta abierta, un poco empolvada desde hace algún tiempo, tu llave.

   Comprendí entonces que hacía ya un tiempo que ya no entrabas a la casa. Pude entender que habías venido, tal vez arreglado una última vez, dejado tu llave y cerrado desde afuera. Y ya nunca más, entrarías.
Entendí que únicamente yo, había continuado limpiando y atendiendo la casa, evitando que sea demolida, posponiendo que se vaya para siempre. Como seria de otro modo, si tú ya tenías otra casa por la cual preocuparte y que atender.
    Recordé tu saludo ameno cuando nos encontrábamos. Y un golpe seco en mi pecho me hizo soltar una lágrima. Entendí que la casa estaba condenada y que ya no tenía caso arreglar más.

     Muchas lágrimas rodaron por mis mejillas. Dándome media vuelta, tome una botella del mini bar, la llevé a la mesita de centro. Vacié el licor en una de las semi limpias copas y brindé por ti, brindé por la casa, brindé por mí y brinde por el tiempo, que jamás se detiene.
Por ultimo brindé por un mundo lleno de nuevas oportunidades para el que sabe comenzar de nuevo y porque, como dice Asimov, en la vida, a diferencia del ajedrez, el juego continua después del jaque mate.

    Cerré la ventana, acomodé las cortinas. Terminé de limpiar el cuarto. Quedó arreglado como nunca en mucho tiempo. Por ultimo tapé la botella y acomodé la copa. Tomé tu llave y la puse en la mesita de centro. Asenté mi llave junto a la tuya y caminé a la puerta.

    En el umbral miré una última vez dentro, la atmósfera cambió, el curto se iluminó y se lleno de vitalidad. Dos fantasmas llenos de felicidad, arreglando la casa, sonrientes, entusiasmados, se aparecieron fugazmente ante mis ojos llorosos. Luego todo volvió a la normalidad y la casa quedó de nuevo oscura y vacía.

Me volví y apagué la luz, que jamás seria encendida de nuevo.

Salí y cerré la puerta, que jamás sería abierta de nuevo.