lunes, 23 de abril de 2018

Y entonces...
























Y me sentía mal, y sufría y quería llorar
pero no podía, una sola lágrima no salia.
Y me sentía ahogado, y mi boca temblaba
y mi ser moría.
Y me levantaba enojado, reclamaba a la vida
al viento, al que esté en frente
y sentía rabia y frustración
y estaba a punto de estallar
y no podía llorar

Entonces un día, me detuve
y pensé: estoy cansado, muy cansado.
Me miré al espejo
respiré hondo, alcé la vista
y me dije:
"Sabes, has caído
te has levantado, 
has sufrido, te ha dolido
te han decepcionado
has perdido, te sientes derrotado.
Calma, es una etapa
lo has hecho bien,
descansa, te lo mereces
ya mañana, ya mañana darás un paso
cada día su afán
hoy date un abrazo
reconfortante
vamos, tu puedes"

Y me vi a los ojos
a través del espejo
y sonreí para mis adentros
y en ese momento
me inundó la paz
en ese momento, sentí que todo estaba bien
...Y entonces, lloré

domingo, 13 de julio de 2014

Y el, por fin, pasó página.






Y se volvieron a encontrar. 

Después de algunos años. Y esa historia que no tuvo un final feliz, parecía tener una segunda oportunidad.

El poco supo de ella todo este tiempo, pues habían quedado en dar su espacio. 
En cuanto a él, se había pasado el tiempo con sus amigos y mas consigo mismo, disfrutando el momento, acariciando su independencia, su espacio personal, buscándole el lado amable a la vida. Lado que al parecer había encontrado.

Alguna vez había conocido alguna chica, pero había algo no concluido con aquella de sus recuerdos, que siempre le hacía detenerse y dejar pasar esas oportunidades.

Lo que más tenia presente fue que nunca habían terminado como debía ser. 
Todo había sido impersonal. Teléfono, mail o celular. Ella en su enojo le había devuelto las cosas que él le había dado. Cosas que el conservaba, en un rincón, junto a sus fotografías.

Sin embargo la distancia había sido real y ella se alejó, mostrando que no lo quería nunca más cerca de ella, y el, sintiendo un poco, a través del dolor, la paz de que al fin terminara la situación tan desequilibrante que se había vuelto su relación.

Sin embargo el no dio vuelta a la página. Al menos, no de verdad. Pues siempre en el fondo creyó que volverían una vez más, a darse una oportunidad. Pero esta vez, sería diferente. Pues ella fue la primera para él, y él, el primero para ella.

Y la guardó, en el fondo de su corazón, y le dio un lugar, que nadie más podía usurpar. Y cuando alguien se acercaba demasiado, aquello guardado en su corazón le salía al paso y le hacía saber que seguía ahí, y el, fiel, lo tranquilizaba y lo guardaba de nuevo, triunfal. 

Pero otra voz le hablaba de vez en cuando desde su corazón y le susurraba si realmente ella estaba ahí en el fondo o era solo una ilusión y un miedo a avanzar.

Y es cierto que el tiempo fue disminuyendo el ímpetu de este destello, aunque nunca llegó  a apagarse, pues el creía también, que ella haría lo mismo, pues creía conocerla, al menos en ese aspecto. 
Había una soledad en él que parecía que solo ella podría llenar. Y una culpa secreta si no fuera ella.
El siempre sintió que ella estaría ahí para él, cuando volvieran a encontrarse.

Y como dije antes, se volvieron a encontrar.

Y la tempestad había pasado, y los saludos y las disculpas se hicieron presentes. Y ambos, desbordaron su corazón e hicieron las pases.

Y la reconciliación.

Si, esta vez, también podrían ser amigos. Amigos que no fueron antes y nunca supieron serlo. Esa amistad que refuerza el amor y hace cimentar una relación.
Y poco a poco y con cautela se presentaron de nuevo.
Y pasaron los días, las semanas, y a pesar de las reservas, la presencia de ella fue cobrando importancia.
Pero había algo que él no sabía, y es que ella también tenía una compañía que la buscaba y la anhelaba. Y que a ella la confundía. Ella parecía irse. Y cuando ella se lo dijo, él entendió que ella estaba en su derecho de seguir su vida.
Pero de nuevo, las cenizas de aquel fuego que una vez hubo hicieron presencia y cuando él le compartió aquel tesoro que guardaba en su corazón ella lo aceptó y le pidió que permaneciera a su lado.
Todo parecía indicar que esta vez, las cosas serían mejor. Habrían personas lastimadas, cercanas a ellos, pero, es algo que ellos no podían remediar.

Parecía.

Y de nuevo pasaron, los días, las semanas y los meses. Sin embargo ella no parecía acercarse más. Siempre teniendo algo que hacer, como antes, como años antes. Y aquella distancia que los separó al principio seguía ahí. Al parecer se había quedado con ellos. Su viejo silencio a la hora de hablar, y aquella férrea determinación de no mostrar lo que realmente llevaba dentro en los momentos más importantes provocaron en él una fisura.

Y él le dijo, y ella, una vez más, se hizo para atrás.

Cosas del corazón. Que lo que es y ha sido, a menudo sigue siendo. Y el, en el fondo comprendía que nada había cambiado, y nada cambiaría. Y el susurro hablo de nuevo, pero esta vez con voz más fuerte, y le dijo que el miedo a cerrar puertas y avanzar era lo que guardaba realmente en su corazón.
Y la tensión entre los dos, surgió de nuevo. Y él la dejó ser y ella siguió siendo. 

Y la distancia creció.

Y de repente, él supo que ella tenía problemas. Ella se apartaba de todos, amigos, familia, todo.
Y la vio en apuros. Y el cariño que sentía por ella, que era algo de lo que si estaba seguro le hizo buscarla y estar a su lado. Pero ella parecía distante, como un globo que se ha escapado y cada vez se aleja más. No solo de él, de todos.
Y una noche ella por fin, abrió su corazón y le expuso lo que había guardado, por años, de él. Tiempo desde que estuvieron juntos, hasta ese día.
Y es que ella no era lo que él creía, nunca lo fue. Nunca hubo eso especial que el atesoraba. Todo fue una ilusión.
Tampoco había sido mutua la espera, ella no había esperado por una segunda oportunidad como él. Incluso en ese momento, él no tenía un lugar en su vida ni en su corazón. El no era único y ella no era para nadie. Para ella todo era pasajero y nada más.

Y algo se rompió en él.

Pero no fue como un vaso que derrama su contenido y se pierde. Fue más como cadenas que al vencerse liberan.
Oh claro, claro que cuando algo se rompe hay algo de dolor y, a menudo, también daño. Pero también lo hay cuando se acomoda un hueso, o se cose una herida o se viene a la vida. Y este dolor no fue de decepción. Fue de abrir los ojos, fue de ver más allá de lo que se quiere ver.
Y de repente. Todo tuvo sentido.
Todo.

Y él lo tomó con calma. O al menos lo intentó. Y fue una noche larga, de hablar y escuchar. De poner los puntos sobre las ies.

Y ahora el sabia, con seguridad que ella no era para él, y él no era para ella. Nunca lo serian.

Pero son cosas grandes para asimilar de un bocado, así que lo asimiló por partes. Por días.
Él no era único para ella, no antes, no ahora. No después. No nunca.
Y a él no le causaba más que sorpresa, una calma sorpresa. Y se vio a sí mismo y no se reconocía.
Y se dio cuenta que si algo le dolía no era la ausencia de ella. Eso había sido superado hace mucho tiempo.
Le dolía, saber, que ya no tenía un pretexto para no seguir adelante. Que ya no habría culpa al comenzar de nuevo. Que ella no se quedaba desvalida esperándolo. Nunca lo había estado.
Y eso le dolió.
Y a su vez, eso lo liberó. Y deseó haberlo sabido antes, mucho antes. Y sintió enojo, porque se lo había guardado tantos años. También se lo había guardado la primera vez que hablaron cuando se encontraron de nuevo.

Ella, no estaba sola, tal vez nunca lo había estado. Él se había guardado para ella. De eso no podían culparla a ella. Pero si hubiera sabido. Si hubiera sabido que por quien esperaba no existía. Hace tiempo hubiese tirados sus pretextos y comenzado de nuevo.
Fue tonto, y lo fue con todas sus ganas.

Y se sintió avergonzado de si mismo.

Lo cierto es que ella tenía problemas. Pero el cambio en él su tendencia alejarse y la tendencia a alejarse de ella terminaron de crear una brecha.
Él podía enojarse, podría reclamar. Pero no era su costumbre abandonar cuando alguien más lo necesitaba, especialmente cuando esa persona ha sido muy importante para él. En muchos sentidos.
Ella se alejaba de todos. Desde que comenzaron sus problemas todos sus amigos habían estado preocupados. Pero ella no lo veía así, se sentía atacada, incomprendida, y decidió distanciarse.
Lastimó a algunas amistades en su arrebato. Pero respetaron su decisión.
Al final, el no pudo sostener el apoyarla, pues en parte le afectaba y le confundía.

Lo consumía.

Fue egoísta, tal vez. ¿Quien no lo ha sido, y mas en momentos de mayor afectación?
Y sabiendo cómo estaban las cosas realmente, tenía mucho que perder y tal vez ni sirviera de nada su apoyo.
Ahora era libre y su libertad lo llevaba a un lugar donde no había intentado antes.
Claro, el siempre estaría para apoyar en una emergencia. Pero se mantendría apartado, pues ese ya no era su asunto, ni su problema. ¿A fin de cuentas, no había alguien que ocupara el lugar que no era de el?

Él sabía que ella no estaba sola, ella misma lo había dicho. Eso era bueno, porque a veces sentía culpa por retirarse en esa situación.
Pero como podía apoyar a alguien que no lo quería cerca. Así opera la culpa, cuando uno se cree más importante de lo que realmente es.
Por eso es bueno que te pongan los pies en el piso y te señalen tu lugar.
Te enseña humildad y te libera de culpas.

Y él lo aprendió.

Ahora él tiene un nuevo y prometedor sendero que transitar. Hubiera preferido aprenderlo de diferente manera, pero creo que realmente no lo hubiera aprendido de otro modo.

Para el: "Ya es tiempo de dejar los pretextos y atreverte a lanzarte, el mundo es grande, y tu puedes muchas cosas. Solo necesitas querer. Querer de verdad. El ciclo se ha cerrado, te guste o no.  Avanza. Ve y cosecha tus sueños."

Para ella: "Siempre hay momentos malos y momentos buenos. Y uno nunca está realmente solo. Solo hay que dejar acercarse a los demás. Solo hay que dejar de querer tener la razón siempre y dejar de ver a los demás como enemigos. Tienes mucho por lograr, y hoy mas que nunca, los medios para hacerlo. No te conformes con pequeñas victorias, nacimos para lo grande. Cree en ti. Nosotros lo hacemos."




A los dos:  La vida solo se vive una vez, y el tiempo no regresa. A darlo todo.       Éxito. 





miércoles, 5 de febrero de 2014

La casita abandonada



  

              En este universo peculiar los asuntos  del amor eran tratados por una inmobiliaria social divina. La gerencia (llámese La vida, El destino, Dios) tenía como regla asignar a las parejas enamoradas una pequeña casita, de un cuarto, para que vivieran juntos. Eso sí, era regla inmutable, que si la casita era abandonada y dejada derruir, los auditores del tiempo la demolerían completamente para dejar el lugar vacío y construir otra casita para otros enamorados. Se destruía pues la casita, dado que era única para cada pareja y era imposible compartirla con otra persona que no sean a quienes se les entregó.
    Un día, caminando por la vida, te conocí. Me pareciste única y esplendorosamente magnifica. Contrario a lo que esperaba, te interesaste en mí y me correspondiste. Al principio caminábamos por la vida y de vez en cuando llevábamos la misma dirección, luego fuimos acercándonos más y contemplábamos un bonito espacio, donde sería magnífico tener nuestra casita.
    Y pasó un tiempo y un día nos fue entregada. Deslumbrante, recién pintada y con un florido jardín. Tan hermosa, que me recordaba a ti. Así fuimos llenándola de vida, de nosotros, de nuestros recuerdos juntos, de nuestro amor. Muebles de cariño, mesas de preocupación mutua, sillas de diversión compartida, un pequeño minibar de amor y pasión, y cortinas de una esperanza juntos. 
    Pero no todo fue miel sobre hojuelas. Como todo, teníamos diferencias, la cortina que me gustaba no era necesariamente de tu agrado. A los muebles que tanto te encantaban yo le buscaba detalles que considerar. En fin, lo normal en una pareja de enamorados.
    Pero fue creciendo el desequilibrio. Y los detalles se volvieron lo importante. Y de repente ya no cabíamos en la casa. Tres veces la abandonamos y dejamos todo, pero luego volvíamos y arreglábamos tan bien que parecía que nunca nos habíamos ido. Luego de la tercera, ya no volvimos a entrar juntos en ella.
Y cada uno dolido, cada uno enojado, siguió su camino. Con el ultimátum de no vernos a la cara.
Y así volvía de vez en cuando a la casa, solo. Limpiaba un poco aquí, barría un poco allá, acomodaba algo más por el rincón.
    Pero a veces llegaba y encontraba que habían barrido, o quitado las telarañas en los rincones. O el sofá estaba en otro lado, viendo hacia la ventana. Entendí que eras tú, que también ibas y arreglabas. Me imagino que también a veces llegabas y encontrabas igual arreglado.
    Así seguimos, y a veces me encontraba lugares para edificar una casita y alguna compañera para compartirla. Pero pensaba en mi cansada casita y recordaba que tú también la visitabas. Yy continuaba prefiriendo ir a limpiar y acomodar lo nuestro.
A veces deseaba tanto encontrarte al entrar, pero, rayos, eso nunca pasó.

Luego fluyó el tiempo y se hicieron un par de años. Y recientemente empecé a notar que encontraba todo como lo dejaba la última vez. Y empecé a pensar que tal vez ya te estabas cansando de ir a limpiar una casa vieja y semi-abandonada.
    Pero yo seguía limpiando, a veces hasta que ya quedaba oscuro y tenía que encender la luz.
    Y un día, te encontré de nuevo en el camino. Me saludaste alegremente y te disculpaste por todo lo negativo que pasó. Yo también me disculpé y me alegró tanto verte. Hablaste de proyectos y de negocios, pero no tocaste la casita, así que no dije nada.
    Yo me dirigía hacia la casa, y supuse que tú también pero tampoco dije nada, porqué pensé que sería incómodo para ti aun, que te acompañara hasta ahí, por lo que decidí darte espacio y te dejé caminar. Luego de un rato cuando juzgué que ya había pasado algo de tiempo. Fui a la casita. Pero la abrir nuevamente la encontré como la había dejado. Sintiéndome algo sorprendido al principio, pero luego entendiendo que no tendrías necesariamente que ir ahí ese día y menos después de hablar conmigo.

    Y así pasó que te encontraba a veces por el camino, pero no queriendo molestarte no dije nada ni comenté nada y te saludaba o te devolvía el saludo alegremente.  Un día, después de encontrarte y dejarte por el camino llegué a la casa, me sentí algo resignado y me dispuse a limpiar. Después de sacudir las cortinas, me sentí indispuesto y lo dejé para otro día.
En vez de regresar como siempre, quise caminar, así que seguí la calle más adelante. Caminé con paso lento, mirando las fachadas de las casas.

Y te vi.

    En la casa de la izquierda. ¿Dónde más? Y ahí estabas, dentro, con la luz encendida porque ya anochecía y alguien te acompañaba y reía contigo. Y el cuarto se veía bien decorado he de confesarlo y con colores cálidos que le daban una apariencia hogareña. Hacían ademanes y se veían entusiasmados, en esa casa se podía decir que había vida.

    Entonces, todavía sorprendido di un paso tambaleante hacia atrás y corrí a la casa. A duras penas abrí la puerta, a tientas entré. Choqué  contra el estante y se ladearon algunos libros. Al extender mi mano para acomodarlos, la vi. Ahí estaba brillando pálidamente en la penumbra con el reflejo de la luz que entraba por la puerta abierta, un poco empolvada desde hace algún tiempo, tu llave.

   Comprendí entonces que hacía ya un tiempo que ya no entrabas a la casa. Pude entender que habías venido, tal vez arreglado una última vez, dejado tu llave y cerrado desde afuera. Y ya nunca más, entrarías.
Entendí que únicamente yo, había continuado limpiando y atendiendo la casa, evitando que sea demolida, posponiendo que se vaya para siempre. Como seria de otro modo, si tú ya tenías otra casa por la cual preocuparte y que atender.
    Recordé tu saludo ameno cuando nos encontrábamos. Y un golpe seco en mi pecho me hizo soltar una lágrima. Entendí que la casa estaba condenada y que ya no tenía caso arreglar más.

     Muchas lágrimas rodaron por mis mejillas. Dándome media vuelta, tome una botella del mini bar, la llevé a la mesita de centro. Vacié el licor en una de las semi limpias copas y brindé por ti, brindé por la casa, brindé por mí y brinde por el tiempo, que jamás se detiene.
Por ultimo brindé por un mundo lleno de nuevas oportunidades para el que sabe comenzar de nuevo y porque, como dice Asimov, en la vida, a diferencia del ajedrez, el juego continua después del jaque mate.

    Cerré la ventana, acomodé las cortinas. Terminé de limpiar el cuarto. Quedó arreglado como nunca en mucho tiempo. Por ultimo tapé la botella y acomodé la copa. Tomé tu llave y la puse en la mesita de centro. Asenté mi llave junto a la tuya y caminé a la puerta.

    En el umbral miré una última vez dentro, la atmósfera cambió, el curto se iluminó y se lleno de vitalidad. Dos fantasmas llenos de felicidad, arreglando la casa, sonrientes, entusiasmados, se aparecieron fugazmente ante mis ojos llorosos. Luego todo volvió a la normalidad y la casa quedó de nuevo oscura y vacía.

Me volví y apagué la luz, que jamás seria encendida de nuevo.

Salí y cerré la puerta, que jamás sería abierta de nuevo.



lunes, 31 de diciembre de 2012

¿Color o blanco y negro?




A fin de cuentas existen sus logros. Se tiene una profesión, un trabajo estable, un sueldo decente y una que otra comodidad, Y sobre todo salud, que no es la mejor (algunos kilitos y otros malos hábitos, pero en general buena salud). Poco a poco se van logrando algunas metas (artículos personales, un auto, próximamente una casa) y la vida exige pocos momentos de verdadera tensión. Todo parece en su lugar o próximo a ello.
De la mano de una situación similar, se desprenden otras cosas más sutiles. Esto es, cada día, en cada momento, vamos comenzando a adorar la estabilidad clasemediera. La vida no sobreabunda, pero no se exige que sobreabunde. Se es feliz con lo que se tiene y con lo poco que se necesita para conservarlo, algo de satisfacción y simpleza comienza a coronar nuestras sienes.
A final de cuentas, se cumplen las expectativas, aquellas que miden a los individuos en la sociedad en la que viven. Se tienen logros, se habla de ellos, se comparan con otros logros, propios y ajenos y el pecho se va inflando más con el paso de los años (a algunos también se les infla el abdomen).
Se vive como en un ensueño, se siente como que las cosas vayan encajando en la vida. Se siente útil. Y es en esos momentos, cuando el espíritu estornuda.
Y te despierta.
El primer pestañeo viene cuando comienzas a sentir que algo no encaja. Porque, a pesar de ir teniendo todo eso que se ha ido juntando, se siente como que algo falta. Es decir, tal vez cuando se era más joven, se tuvieron otros sueños y aspiraciones; pero conforme se fue creciendo, se fue aterrizando todo, y los esfuerzos, sumados y encaminados, llevaron a ser lo que se es ahora. Y es que se tiene lo que nuestros padres siempre quisieron: estabilidad y la oportunidad de algunos lujos. Pero, ¿porque de repente eso no es suficiente?, ¿Por qué de repente parece todo tan sombrío?
¿Será que todos tengamos ese pestañeo?, ¿que a todos nos afecte? O solo unos cuantos le prestan atención.

Hoy, vi de nuevo una película que no había visto desde al menos en diez años: PLEASANTVILLE (Amor en colores). Esa película me gustó mucho cuando la vi y desde eso. En ella plantean un universo donde todo es bueno, fácil y constante. Los sobresaltos de la vida, los contratiempos y las decepciones no tienen cabida. Todo esto es ambientado en una tranquila ciudad suburbana de los años 50’.
En esa ciudad todo transcurre tranquila y monótonamente       …Y en blanco y negro.
Unos hermanos, de “nuestro” universo, un chico que siempre parece frágil y poco  exitoso aunque intelectual y su hermana, que es toda una femme fatale, son enviados al universo de PLEASANTVILLE por medio de un artefacto “mágico”. Ahí lo primero con lo que se enfrentan es con la simpleza de la vida de los habitantes. Rutinas diarias, tanto en actos como en pensamientos, una excesiva facilidad para lograr las cosas, con lo que todo reto queda fuera. Y sobre todo una total inocencia.
En ese lugar, el hermano se siente más que en casa, pues además de conocer al dedillo la serie, le agrada ese ambiente, donde él puede ser alguien y sentir cierto control, cosa que no tiene en su “universo”. Caso contrario es su hermana, pues tanta simpleza e inocencia le son molestas, por lo que decide poner un poco de “emoción” al lugar, de la manera que mejor maneja.
A partir de esto muchas cosas empiezan a cambiar. Cosas, animales y personas comienzan, poco a poco, a adquirir color. Comportamientos, música, moda y avances tecnológicos empiezan a crear cambios en la apacible vida de la ciudad. Cada uno produciendo un cambio de blanco y negro a color.  
Esto no es muy bien visto por el sector conservador de la ciudad, que ve en los cambios, la destrucción de su modo de vida, con el cual se sienten tan cómodos y seguros. Y más especialmente categorizados. La represión y la discriminación se hacen presentes al tiempo y se puede sentir un enfrentamiento latente en el aire entre coloreados y no coloreados.
Para no hacer el cuento más largo, después de ciertas muestras de rebeldía e intentos por ser aceptados en la ciudad, los coloreados demuestran a los conservadores, que el adquirir color es resultado de un encuentro consigo mismo. Que viene de una aceptación consiente de aquello que se tiene muy adentro en el corazón. Que al aceptarlo, la percepción cambia y como resultado las actitudes cambian. Esto produce pues, que cambien de blanco y negro (simbolizando monotonía y represión) a ser a colores (una persona más consiente de sí mismo y más valiente).
Claro, la película (muy buena por cierto) lo presenta de manera más dramática, más rica, que esta simple explicación.
Al ver de nuevo esta película, regreso a mi aquella pregunta que me hice cuando la vi por primera vez: Yo, actualmente, si fuera enviado a Pleasantville, ¿seria blanco y negro, o sería a colores? Y creo que justo en este momento seria blanco y negro. Solo me falta un paso para ser a colores, como a muchos, pero mientras no lo dé, seguiré en mi dulce y cómodo ser monocromático.

¿Y tú, de qué color serias?



martes, 3 de mayo de 2011

Quiero aprender...




Estas últimas semanas he estado reflexivo acerca de lo que he aprendido a lo largo de mi vida respecto de amar a Dios. Como primera cosa, he aprendido que a pesar de desear siempre ser recto y justo en los caminos de Dios y buscar vivir conforme esa convicción, muchas veces me he visto a mi mismo cometiendo injusticias y siendo a menudo intolerante, egoísta, insensible, rencoroso y vengativo. Al hacer esta lista realmente me asusto.

Y lo primero que viene a mi mente es, porque, si mi corazón siempre se orienta hacia lo bueno, muchas veces termino siendo un reflejo de un corazón pobre, lastimado y asustado.

Recuerdo las veces que también han sido así conmigo y puedo decir que fueron innumerables. También ha habido personas que han sido importantes en mi vida y de igual modo han sido crueles o injustos o indiferentes ante mi situación, dolor o flaqueza.

Y poniendo todo en contexto me doy cuenta que de igual modo, esas personas también pudieron estar tan confundidas como yo con su actuar, pensando que han querido actuar de la mejor manera y han terminado lastimando o alejando a personas importantes en sus vidas.

Y pienso, wooow, cuantos malos entendidos, cuánto daño realizado sin desearlo, sin quererlo. Todo por la falta de madurez y de conocimiento de sí mismo de todos nosotros.

Es aquí cuando entra Dios en mis reflexiones.

Cuando le hablas a algunas personas de nuestras flaquezas, de nuestros errores, de nuestros enojos, de nuestros dolores. Lo primero que te dicen es que hay que entregar esas áreas de nuestra vida a Dios.

Y yo pienso que tienen razón.

Pero, ¿Qué significa precisamente entregarle esas áreas a Dios? ¿Cómo lo hacemos comúnmente?

Tomemos por ejemplo el dolor y el perdón.

Cuando recibimos un daño, ya sea físico o emocional, especialmente de alguien cercano e importante para nosotros. Las secuelas son terribles. Mucho de nosotros se sacude, se duele y se desestabiliza.

Aunque no lo busquemos, reaccionamos con enojo, y esto es completamente natural. Somos humanos. El enojo es una manera de autodefensa, nos protege del daño causado y nos prepara para defendernos. Fuimos creados así.

Pero también es cierto que el enojo nos pierde, porque también nos vuelve agresivos e hirientes y termina causando más daño que beneficio. Especialmente porque muchas veces el dolor deja tanta huella que el enojo no se va, aun cuando la causa del dolor ya se ha ido.

Puedes leer en la biblia mucho sobre el perdón y el deber del cristiano de estar en paz con su hermano. Leer mucho sobre perdonar para ser perdonado o por haber sido perdonado por Dios. Pero el perdón del que habla Jesús va más allá.

Yo quiero ir más allá.

Quiero hablar del perdón como resultado del amor. Ese amor que Dios nos brinda y que sana y que hace rebosar en nosotros el amor hacia los demás. Es decir, hablar del perdón no como un paso para sanar, si no como un resultado de haber sido sanado. Regresando al amor, ya no hay rencor. Comprendemos la fragilidad de aquel que nos lastimó y nos regocijamos en la certeza de cómo Dios nos ama y busca restaurarnos y sanarnos.

(Quiero hacer notar que yo, mucho tiempo no pude sentir esa certeza, mucho tiempo anduve lejos de Dios y en esos momentos de flaqueza me sentí solo y desvalido. No es mi caso ahora y por eso le doy gloria al Padre.)

Cuando se sufre un daño, mas que buscar primero perdonar; si buscas el amor de Dios, esté te cubrirá, te sanara y te restaurará. Serás libre. El enojo y la autocompasión se irán y ante tus ojos no habrá falta ya que perdonar. El perdón habrá sido dado y los frutos del espíritu estarán en ti. Verás a tu hermano como lo que es, un ser humano que también comete errores y tropieza.

Sin embargo reconozco que la dificultad de hacer esto es que, por causa del dolor, sentimos que somos víctimas, que se ha hecho sobre nosotros un daño que indigna y que no debemos permitir que nos hieran así de nuevo. El miedo nos dice que hay que ser duros y no dejarnos caer o dejarnos vencer. Y vemos a Dios, más que como nuestro padre amoroso y sanador, como nuestro bastón o tabla. Es normal reaccionar primeramente así, pero conforme vayamos asimilando el amor de Dios sobre nosotros esto cambiará y mientras más pronto entendamos y vivamos que amar fortalece y busca entregar, enseñar, compartir y ser pleno, mas pronto nos desharemos de ese lastre que deja el dolor.

Esta restauración no se limita al dolor, Pues Dios restaura integralmente, verás como otras áreas de tu vida comienzan a sanar pues el amor de Dios te hace ver todo con nuevos ojos.

Claro, hay que ser constantes en buscar la comunión con el Padre, porque somos susceptibles de la influencia y sin realimentar lo que Dios nos brinda, podemos caer de nuevo en viejos hábitos y entregarnos al sufrimiento de nuevo. Busquemos a Dios cada momento de nuestras vidas y el nos hará cada vez más preparados para cualquier prueba.

El perdón también aplica de este modo para nosotros mismos. Porque algunos no nos perdonamos a nosotros mismos tanto como a los demás.

Por las veces que he sido yo quien ha lastimado, sinceramente pido perdón.

Dios nos bendiga a todos y nos de cada día lo que necesitamos para ser lo que Él quiere de nosotros. Buen día

domingo, 31 de octubre de 2010

Eso que nos falta

Una vez un rico se acercó a Jesús y le dijo:

- ¿Maestro bueno que he de hacer para tener en herencia vida eterna?

–¿Por qué me llamas bueno? Bueno solamente hay uno: Dios. Ya sabes los mandamientos: ‘No cometas adulterio, no mates, no robes, no mientas en perjuicio de nadie y honra a tu padre y a tu madre.’

- El hombre le dijo:

- Todo eso lo he cumplido desde joven.

- Al oírlo, Jesús le contestó:

- Todavía te falta una cosa

Y cuando el joven rico escuchó de qué se trataba eso que le faltaba, se puso triste, pues era precisamente eso que no estaba dispuesto a dejar.

Y nos ponemos a pensar, que es eso que a nosotros nos ata. Porque muchos podrán decir:

- “Ahhh, dejar riquezas, dejar amigos, yo lo haría o lo hago por el señor”

Muy bien, hay cosas que son fáciles de dejar para algunos y a otros les ata más el corazón. Pero esa cosa que nos falta, es diferente para cada uno. Tal vez si hubiese sido un alfarero que amara hacer sus jarrones y ollas, le hubiese dicho deja tu arte y sígueme.

¿Y si hubiese sido un hombre pobre que fue huérfano?

Alguien me dijo que se ama a Cristo en la medida que renunciamos a nosotros mismos. ¿Pero que es renunciar a nosotros mismos? ¿A caso el quiere que lo sigamos pobres? ¿O huérfanos? ¿O llanos?

Y si el rico, aun con tristeza en su corazón hubiera dicho:

- Hecho maestro, te sigo.

Y entonces el joven rico hubiera ido y regalaba todo, por seguir a Cristo. Pero aun con dolor en el corazón por dejar esas posesiones que tanto ama. ¿Hubiera valido de algo su acto, aunque su corazón aun tambaleara? ¿Será que después hubiese hallado paz al pasar el tiempo y entregado a Cristo completamente? ¿O el era de esos que dice la escritura que muchos son los llamados pero pocos los escogidos? ¿La intención es lo que cuenta?

El joven rico, ese que preguntó que tenía que hacer para obtener un premio con Dios.

Te pregunto y contéstatete tú a ti mismo, a Dios. ¿Porque lo sigues? ¿Quieres tener en herencia la vida eterna? ¿No quieres pisar el Hades? ¿Tal vez por qué lo amas?

Te pregunto lo siguiente:

¿A Dios hay que amarlo o temerlo? ¿Qué implica cada cosa?

¿Por qué seguir a Cristo? ¿Por qué buscar a Dios?

Muchos contestan fácil, ya se saben la pregunta: “Porque amo a Dios, porque El cambió mi vida, porque El me da la paz que nunca había encontrado, porque El es grande y misericordioso”

Y me pregunto si esas respuestas serán de ellos, o solo las repiten como las han aprendido, con la vehemencia que la emoción les otorga.

Si yo estuviera frente a Jesús, pidiéndole seguirlo, estaría en un lugar muy similar al rico. Conozco la escritura y he guardado los mandamientos desde mi juventud, he tropezado en algunos, pero en general, no soy de los impíos, ni mucho menos. Según yo, estoy haciendo con mi vida y mis actos, una vida limpia (en lo humanamente posible) y recta.

Pero viene Jesús y me dice:

- HENRY, TODAVIA TE FALTA UNA COSA.

Y yo pienso. No es familia lo que me ata, no son amigos, no son posesiones, no es mi arte, no es trabajo. Muchas cosas ni siquiera las tengo, ni siquiera las he buscado, así que dejarlas, si las tuviera…

Pero hay anhelos. Hay anhelos del corazón, cosas que no tengo pero si he buscado, Nunca he tenido, pero son importantes y llenan mi corazón.

Entonces El me dirá:

- - Renuncia a tus anhelos, ven y sígueme.

Y entonces, Oh joven rico, estoy justo en tus zapatos, pero yo no soy tu. ¿A quién les regalo mis anhelos que son muy míos? ¿Cómo callo mi corazón con sus afanes? ¿A poco solo se presiona el botón y ya? Pero tomo la resolución:

- Está bien, no es algo que pueda hacer fácil, pues son anhelos de juventud y han estado conmigo de años, pero si es lo que necesito hacer, lo haré. Solo déjame acompañarte mientras se apagan, mientras se evaporan.

Y la pregunta es: ¿Por qué quisiera Cristo que renuncie a mis anhelos? A caso le gusta que le siga gente estoica? ¿Por qué quiero yo seguirlo, tanto lo amo?

Y he aquí donde me encuentro.

¿Lo admiro?: Si, y mucho. ¿Lo amo?: No podría decir que sí.

¿Porque querer seguirlo entonces?

Sé que El me ama, me lo ha demostrado en muchas ocasiones, no con bienes materiales, no con deseos cumplidos (de hecho casi nunca me cumple nada, Padre riguroso ha sido conmigo). Pero ha procurado bendecirme en esos momentos que yo por necedad no he querido buscarlo ni pedirle nada. Me ha dado conocimiento e inteligencia y me ha presentado situaciones que me han hecho dudar y me han hecho también convencerme. Me ha mostrado situaciones donde no alcanzo a comprender porque se actúa de tal modo y me ha permitido sembrar la semilla en mi corazón de mejorar esas cosas. He ha dejado ir y venir y sentirme libre y cada vez me ha recibido con los brazos abiertos. Como un hijo libertino, no estoy acostumbrado a sentir que amo a mi padre, pues considero las muestras de cariño sentimentalismos fuera de mi estatus.

Pero estoy cansado de este andar. Y El ha puesto en mi camino a hermanos que como yo, están justo en este punto. Avergonzados, con anhelos, con dudas, con carga extra en el corazón (y no me refiero a pesares que queramos que EL nos sane). Pero que sienten que el Padre no ha dejado de llamarnos y quiere recibirnos.

¿Porque hay algo a que renunciar?

Porque Dios solo nos pide una cosa, solo quiere una cosa, solo nos invita a una cosa: Que lo amemos más que a nada. Quiere, busca una relación completa, El-Nosotros (YO). Sin nada más importante en el corazón. Yo pienso que no es que tiremos nuestros anhelos, sino más bien, que ellos no gobiernen nuestra vida. Que el primer lugar sea en El. No quiere privarnos de nuestros anhelos, al igual que no quería la vida de Isaac.


Por eso hoy estoy aqui, entregandome tal cual estoy, y buscando mi lugar en su rebaño. No quiero pedirle nada, porque ya mucho me ha dado y me dará sin que le pida. Quiero darle, quiero ofrendarle lo único que puedo dar: Mi compromiso.

Soy impulsivo, soy apático, soy reflexivo, indeciso, soy entusiasta, soy un cumulo de fases y contradicciones, pero se que el me tiene un lugar justo para todas mis peculiaridades y me sabrá indicar, cuales ya no son necesarias.

Aqui estoy, amigos, hermanos de cada viernes. Aqui estamos, comenzamos.



domingo, 10 de octubre de 2010

Con un poco de sabor japones

Desde inicio de año, me he entregado a la Japanimania. Un día de diciembre del año pasado que me encontraba recién desempleado (afortunadamente ya no lo estoy) me dio por entrar a una página de manga online. En esa página me recibieron con sugerencias de lectura de los más comunes Naruto, Bleach, One peace, etc.… Pero realmente esos no me llamaban para ser leídos. Considero que esos son muy buenos para ver en animación, pero otra cosa es leerlos.


Llevo algún tiempo siendo asiduo fan del anime (unos dos años), y en ese momento ya llevaba varias series digeridas, con horas-fin de semana invertidas hasta la madrugada pues las historias me enganchaban. Pero leer el manga siempre me había parecido deficiente, como que podría faltarle algo a la narración limitada por viñetas. No tiene la libertad que da una redacción pura y le faltan los toques especiales que concede la animación, por lo que debería ser una expresión limitada de la historia, que mejoraría al llevarla al anime.


Pues que descubrí: Nada más lejos de la realidad. Realmente estos dibujantes japoneses son unos maestros en combinar los cuadros, las escenas, gestos, espacios y en motivar la imaginación del lector que enriquece el enlace entre viñeta y viñeta. En fin, la historia si al caso se multiplica en detalles y en matices.


El primer manga que leí fue Video Girl Ai de Masakazu Katsura, esto cuando estaba en la preparatoria, en aquellos legendarios años. Un amigo me prestó algunos tomos que me engancharon de inmediato, pues la historia me gustaba y el protagonista me identificaba plenamente.


No logré terminar de leer la historia, pero se quedó en mi mente como algo que hacer en el futuro. Y así pasaron varios años, hasta que a finales de la carrera, se abrió una sucursal de la editorial en mi ciudad. Cosa natural que fui a conseguir todos los tomos. He de confesar que me hice con todos.


Sin embargo mi historia termina triste pues le presté mi tesoro a una amiga que además de que no los leyó, los dejó en algún lugar perdido en su casa donde les cayó la lluvia y terminaron hechos sopa. Fin de la historia de los tomos de Video Girl Ai.


La primera historia que lei online es la muy afamada Ichigo 100% de Mizuki Kawashita, una historia Shonen de vida escolar y situaciones sentimentales que giran en torno a Jumpei Manaka. Una historia que me pareció muy agradable.


Entre los dos tipos de historia más comunes, que son Shonen y Shojo, dirigidos a chicos y chicas de edad escolar respectivamente. He encontrado que ambos tienen historias muy buenas. Una que me gustó mucho pues me hizo desternillarme de risa fue LOVELY COMPLEX de Aya Nakahara, las ocurrencias de Otani y Rita son geniales. Los temas un poco más fuertes, de contenido adulto (no necesariamente hentai OJOO!!) vienen en el tipo Seinen.



Muchos piensan que leer manga o ver anime es para niños. Bueno con los ejemplos que pone la televisión abierta sobre anime no me sorprende esa opinión. Sin embargo hay un gran abanico de temas e historias en el repertorio, que no se pueden encasillar en “caricaturas para niños”, pues algunas resultan demasiado maduras y fuertes aun siendo Shonen.

Los japoneses han encontrado un magnifico medio de expresión en el dibujo, asi que sus producciones son hechas recuriendo a este. Historias y/o producciones que bien podrían ser hechas con actores de carne y hueso, se podrían expresar mejor con animación, dado que también tienen gente con un gran talento para esto. El mercado de animación y revistas japonesas ha crecido considerablemente. Y el internet le ha dado un grandísimo empuje fuera de Japon.


Hay fanáticos de todo tipo de historias de manga y anime a lo ancho del globo, en casi todos los idiomas. Con gente de Fansubs que se dedican a difundir las historias y dejarles dar un vistazo a los que quieran conocer sobre ellos, traduciendo y editando miles de mangas.



Les invito a que se animen y lean o vean algo de manga o anime, realmente hay de todo y para todo, seguro encontraran algo que les guste.